el juego obligado

El juego obligado

Era lo habitual, siempre Oscar estaba dinamizando el grupo, con un lenguaje coloquial y muy abierto, mostrando sus dotes de buen contador de cuentos y anécdotas de su historial en las diversas rutas de bicicletas en sus más de 10 años en que decidió por un tema personal, incursionar en este ámbito.

Oscar llegó a ser uno de los mejores ciclistas en diferentes rutas por su compromiso consigo mismo, de pesar más de 200 libras llegó a colocarse en apenas 150, quedando como todo un atleta, debido a una determinación, porque en ese mundo en el que se encontraba, de una manera u otra, era empujado a competir, porque de lo contrario, se tornaba en el hazmerreír del grupo y de otros en los cuales se comparten las situaciones que se van produciendo a raíz de las salidas en las diferentes rutas que son organizadas por los grupos a los que se pertenece cada semana.

El nombre de Oscar sonaba por doquier, era mencionado en cada apartado en el que se tocaba el tema de quienes eran capaces de lograr culminar de manera satisfactoria hasta aquellas rutas impensables para muchos, por el nivel de dificultad que representaban, y esto lo pudo mantener por un buen tiempo, sin embargo, como todo en la vida, las responsabilidades y situaciones que se van sucediendo a través del tiempo, unas por malas decisiones y otras por no mejores actitudes frente a obstáculos de la propia vida, lo llevaron a descuidarse y tornarse otra vez en una persona más corpulenta y no dedicada a mantener el nivel alcanzado.

A Oscar no le preocupaba ya el hecho de que mencionaran que ya no contaba con las habilidades anteriores y que lo llevaron a estar en un sitial de importancia, para el habían otras cosas en juego que eran de mayor importancia en ese momento, sin embargo, la presión de grupos y amigos que comparten o compartían el mismo pasatiempo, lo empujaban constantemente a tomar una decisión frente a escenarios que no resultaban cómodos.

La jocosidad de Oscar era de antología, pero más que todo el nivel del color que le impregnaba a sus historias, y a pesar de compartir de manera habitual en extensas rutas, donde por horas los caminos parecían interminables y más cuando se tenía de frente a elevaciones que para la mayoría eran demoledores y extenuantes, hasta lograr que uno que otro desistiera o tuviera que con la cabeza gacha, tomar la bicicleta en sus manos y caminar un buen trecho, pues las piernas no soportaban ese nivel de fuerza combinado con técnica y destreza, no dejaban de sorprender.

Sin embargo, el descuido en el cuidado y mantenimiento de su bicicleta era evidente, las constantes excusas para no asistir a rutas habituales ya eran la norma y todo se reducía a lo mismo, precariedad de recursos, pero al parecer el orgullo era mucho más fuerte que su necesidad de compartir pedales con un grupo de compañeros de años en las mismas, porque no fueron pocos los ofrecimientos de que aceptara una que otra donación, ya que era para algunos evidente su incapacidad económica para afrontar decisiones, con el fin de que pudiera poner a tono sus bicicletas para que este no fuera motivo de excusa para seguir faltando a estos encuentros.

Era comprensible, parecía una batalla campal, un abanico de opiniones se abalanzaba sobre sus hombros y decisiones, impulsando a este a que tomara una decisión, pero donde ninguno osaba colocarse en su lugar y entender que no es obligatorio el juego, que esto es parte de un entretenimiento y una especie de compartir entre amigos, diversión para unos, salud para otros, entretención y demás para otros tantos, sin embargo, pareciera una obligación el tener que estar, ajustar cinturones inexistentes con el fin de satisfacer el deseo de otros de estar sin poder.

Oscar era dueño de una capacidad impresionante de zafarse de las cosas y como un maestro ilusionista, salir sin heridas en ninguno de los extremos, porque nadie más que el conocía de sus limitaciones y de su necesidad perentoria de obtener unos ingresos que cada vez menos le permitían cubrir sus reales apetencias de un presente no muy reverente hacía este, nada más, dejando sin entender a aquellos que rebozados de un entusiasmo y un ensimismamiento, no alcanzan a entender que a Oscar será difícil obligarlo a jugar, sino que este lo hará, cuando lo decida, ni antes ni después, sin embargo, es notorio y evidente que hay un círculo cerrado para obligarte a jugar, a pesar de no contar con lo indispensable y sin importar lo que cueste o requiera, pero Oscar lo descubrió aquella vez en que fue tantas veces mencionado y alabado, ya lo vivió, no necesita agacharse para sorber de la misma agua ya probada.

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